viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Para qué queremos educar? (columna de opinión)

por: Lorena Berrios


Esta es una de las preguntas que sostiene Humberto Maturana en la charla que dio en el Centro de Estudios del Desarrollo (CED) el año 1988, período crucial en nuestra historia. En esta conferencia, Maturana afirma la importancia de la emoción como medio para sostener una convivencia y hacerla sostenible en el tiempo.

Estamos en el año 2010 y nos seguimos haciendo la misma pregunta. Hace poco se entregó en todos los colegios y a cada alumno un mapa que tenía tres colores que aludían a los del semáforo y que indicaban qué colegio era aceptable en cuanto a su resultado y cuál no. Por lo tanto, la discriminación a partir de los colores del semáforo, apunta claramente a “guiar” a los padres para que matriculen a su hijo o hija pensando en el futuro de éste, ya que es evidente – para nuestra sociedad – que un colegio que presenta un color verde es mejor y el que tiene un color rojo está mal en cuanto a sus metodologías de enseñanza. 

Visto desde esa perspectiva nos parece razonable que, dentro de parámetros que apuntan hacia la productividad en una sociedad que se enmarca dentro de un sistema pensado por y para el consumo,los padres puedan escoger para sus hijos la mejor educación. Pero ¿para qué? ¿Cuál es el fin de ello? Algunas de estas preguntas pueden parecer retóricas para el panorama actual en el que la competencia se proyecta como un bien dentro de la construcción de un país más desarrollado. Sin embargo, cuando nos preguntamos cuál es la finalidad de escoger la mejor educación,  nos lleva necesariamente a pensar en nuestro proyecto de país y –concordando con Maturana– ¿qué país queremos? 

Se señala que queremos un país más justo, con más oportunidades. Pero no podemos imaginar un país o una sociedad que pueda desarrollarse y sostenerse sobre la negación del otro. No puede haber justicia si no se acepta al otro, legítimamente. No pueden existir oportunidades si de antemano estoy anulando al otro, si en los colegios estoy repartiendo una información que señala que mi escuela es un punto rojo o un punto verde, si estoy haciendo ver a los niños y apoderados que estoy estigmatizado en un color, cualquiera éste sea. 

Volviendo al comienzo de nuestro artículo y a partir de la pregunta que Maturana formula, hay aspectos que nombra el biólogo que se han profundizado en nuestra sociedad. Uno de ellos es la competencia. Señala Maturana que la competencia es un fenómeno cultural. No es constitutivo del ser humano, no está dentro de su estructura más íntima. Si la sociedad logró formarse y evolucionar fue gracias a la cooperación. No puede haber cooperación sin lenguaje, éste no puede existir sin la emoción y la emoción se sostiene por otro fenómeno que sí funda y crea, que es el amor. Por lo tanto, la competencia se sostiene necesariamente de la derrota del otro. En el fracaso del otro no puede haber aceptación de éste, porque simplemente lo deja atrás en el camino.

¿Para qué una mejor educación? No se puede comprender esa pregunta si la analizamos bajo los parámetros anteriores. Porque si sostenemos una mejor educación para ganarle al otro, ser mejor que el otro, entonces estamos construyendo una sociedad que no sirve a Chile. 

Por lo tanto ¿para qué queremos educar? Entendemos la educación como un proceso continuo, que está con nosotros a lo largo de nuestra existencia y que hace que se conserven las tradiciones e ideas de la comunidad a la que se pertenece. Según Maturana, educar es convivir con el otro y esta convivencia nos transforma y nos hace parte de un sistema en donde ésta es fundamental. Entonces, queremos educar para ser parte de otro, porque sólo a partir de la convivencia y la colaboración podemos ser.

Queremos educar para poder entendernos y aceptarnos, porque en la medida que logremos eso podremos admitir y entender al otro. En la medida que nos acogemos hacemos prójimo a ese ajeno. Al hacerlo prójimo podemos construir un espacio juntos, crecer y desarrollarnos. 

Sin embargo, no podemos educar si no aceptamos al otro en su totalidad. Aceptar significa acoger. En este sentido, hacer del error un crecimiento, una manera de poder superar nuestras debilidades. No obstante, si fundamentamos el error como fracaso o estigmatización estaremos necesariamente anulando al otro. No podemos entender un crecimiento que se fundamente en el fracaso de mi prójimo. 

Por lo tanto, frente a los resultados del SIMCE del año 2010 y venideros, todos los actores son fundamentales. Padres y profesores frente al joven o el niño, aceptarlos como son, aceptar sus diferencias, pues gracias a ella hay crecimiento. Desafío para las escuelas y los directivos, considerar la importancia de la emoción y del lenguaje, el mensaje que transmitimos, el cual debe ser comprendido como un medio y no una apropiación. Ayudar a nuestros niños y jóvenes a comprender la importancia de ellos dentro de nuestra sociedad y, por sobre todo, alimentar la convivencia y la cooperación, no la competencia, pues ésta necesariamente lleva a optar por unos y anular a otros, aspecto que no es nutricio ni fértil para una sociedad más justa y solidaria, que finalmente responde a la inquietud del proyecto país, esa nación que queremos.




fuente: http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?GUID=a894d300-1fa0-4d76-a717-446c8aae8c41&ID=205742

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